En Urano no había llovido como lo hizo hoy desde hacía años. Como todos los días de invierno, me levanto con la garganta un poco apretada a prender el calefont para la ducha mañanera, y antes de entrar al agua siempre voy a echar un looking por la ventana del comedor para saber a qué atenerme cuando deba salir... y qué prendas tengo que sacar del closet para afrontar las inclemencias del tiempo de Urano, que está demás decir, este año se ha comportado como las reverendas.
La cosa es que bueno, terminada la ducha procedo a vestirme. Debo admitirlo, no se si porque estos días ando con la cabeza en otro lado con el tema de la investigación del etanol, pero la miradita a la rápida por la ventana del comedor me engañó. Así que me vestí como un típico día helado que se compone cuando ya son las 12. Pero qué sabía yo de lo que iba a venir después.
Tomé la micro... sin frío, aunque estando en el paradero el viento algo intentaba decirme, pero aun no despavilaba lo que se vaticinaba. Me fui pensando en cualquier huevada, menos en que el clima en Urano no perdona. No! La verdad es que no iba pensando en cualquier huevada. Iba pensando y recapitulando cada una de las páginas de internet y de libros de biología que he estado leyendo estos días para sacar adelante nuestro proyecto. Y además recapitulaba mentalmente la hoja del día 27 de Agosto de mi agenda, en donde decía que a las 12:30 tenía que estar en mi peguita linda en la Papelera, mandar unos e-mails por aquí y por allá, avanzar en unos trabajos y seguir con las fichas de cargos críticos de la Pape, preparar una clase de Contabilidad Básica que retomé este año para la universidad y si me alcanzaba el día revisar los test de Economía 4 que controlé la semana pasada, o sea... no tenía que hacer nuina weá, jajaja.
Bueno con tal que los 20 o 25 minutos de micro siempre voy recapitulando cosas así, en una abstracción mental sin igual. Así que ni ahí con el clima después de esa famosa miradita que pego por la ventana pre-ducha.
Pero ya había llegado a mi destino. En O´Higgins por favor. Es lo que digo día a día cuando me bajo del San Remo. Y es ahí cuando bajo un pie de la micro y de inmediato se mojó una de mis piernas hasta la canilla con algo húmedo que caía del cielo. Al unísono se mojó mi otra pierna... qué curioso, también hasta la canilla. Shuuu. Ya estaba completa abajo de la micro enfrentándome a una lluvia torrencial a toda cueva, era esa lluvia gruesa, de goterones que pican y que al caer sobre la partidura del pelo como que duele y después se resbalan para la cara y uno se pasa las manos para no perder visibilidad sin pensar en el maquillaje ni el peinado y en ninguna cosa, en ese momento te pasas no más la mano por la cara intentando mirar para no ser atropellada al cruzar la calle, incluso como que haces con la mano una vuelta semicircular que comienza de la frente y termina en una de las dos mejillas. Y la lluvia estaba cargante, gruesa y pesada. Y así venía una gota tras otra, y cada vez que caía una por la partidura de mi pelo sentía como si fueran filudas... pinchozas.
Aquí en Urano llueve de lado, por lo tanto el paraguas no sirve. Por eso no tengo. Así que aperrar no más todo lo que me quedaba de camino para llegar a mi destino final. En eso iba cuando el viento me tomó de sorpresa y resulta que al weoncito se le ocurre que ahora quiere ir de frente a mí. Mejor ni explico cómo chocaban las gotas de agua en mi cara odiosamente. Y yo haciendo gestos como pescado con la boca como intentando tomar aire porque el agua un poco más y ya me ahogaba. Y así chocaban sobre mí, una tras otra. Es ahí cuando pienso... adoro Urano.
Lo único que me salvó de no mojarme más de lo que quedé fueron los zapatos de taco alto... alto, pero bien alto.
Así y todo llegué a mi destino... la U, el primer destino porque luego debía irme a la Papelera. Atróz, pensé... ahora si que voy a quedar como sopa. Y es ahí cuando uno se acuerda que no llamó a la administración para informar que se echó a perder la calefacción de la oficinita que uso.
Bueno, filo... estoy aquí ahora. Pensé. Dios proveerá... frase que he escuchado por ahí cuando uno se siente como atrapado sin salida.
Pasó una hora y media que estuve metida en una sala escuchando la cátedra. Agarré el computador y mis otras cosas y me dispuse a salir nuevamente para dirigirme a la Pape y.... oh, oh, ohhh!!!! afuera hay una piscina en la cual salpica pequeñas cositas porque está granizando, ohhhh!!!! y los autos estacionados están hasta la güaraca de agua. Imposible salir. Es más, nadie puede salir a menos que se quiera meter a la piscina. La calle estaba atestada de agua. Y por si fuera poco un luz de relámpago sobre nuestras cabezas. Todos miramos asombrados el fenómeno climático para escuchar posteriormente el trueno. Si, estamos encerrados. Nadie salga y el que tenga que entrar, entre luego a secarse, porque esto seguro no para en toda la tarde. Y así fue.
A las finales, dios enseña que el que mucho abarca... poco aprieta. Hice el 30% de todas las actividades que tenía que hacer. Llamé a la Pape, para explicar la situación... no podía salir. Y saben? ... me sirvió. A pesar que la lluvia no dió tregua hasta como a las 19 horas, me relajé. No hice mucho, no trabajé mucho. Y ni me importó, para estará el día siguiente. Para qué hacer hoy trabajo que puedes hacer mañana? jejeje. El descanzo que vengo soñando en alguna playa paradisiaca sin trabajar y sin pensar en nada, no se cumplió a cabalidad por la playa paradisiaca... agua hubo, aunque de otra forma... pero el descanzo estuvo, y estuvo muy bueno. Y como no había más que hacer, como una vil bípeda mentirosa que dice que dejó de fumar... fumé.