Bien sabemos de memoria que ser orgullosos lo único que trae como consecuencia es que estemos más solos que en el carné de identidad. Lo bueno de esto.... es que es verdad.
La historia comienza así:
Da la casualidad (que ni tan casualidad como digo yo), que muy cierto es el dicho: Plata llama plata, y así mismito sucede con el trabajo, porque Trabajo llama trabajo. Entonces ayer mientras leía mis correos electrónicos me percaté que desde una inmobiliaria solicitaban mi queridísima y preciosa estupenda presencia (de grupo, jejej). La cosa es que me citaron a una entrevista de trabajo, pero era justo para ese mismo día, y chuuuuuu. Dije yo. Estoy sin auto y la entrevista es en el Andalué (Andalué, cerro reciénsuperpoblado que queda justo justo justo super cerca de mi casa, pero no existe locomoción alguna para subirlo más que auto, moto, patibús, patines, bicicleta, trineo o cualquier otra cosa que se le ocurra como medio artesanal de transporte). Bueno la cosa es que luego de leer el mail y recordar que estaba sin auto, miré hacia todos lados en mi casa hasta que se me prendió la ampolleta y claaaaro, pero si tengo bicicleta. Y pucha, a mí me gusta andar en bici y salgo cada vez que tengo un tiempito y el clima está bueno aquí en Urano... así que, aunque el Andalué es un cerro con una subida supercalifrajilísticamente parada, me dije a mi misma: ¿qué le hace el agua al pescado?. Bajé con arduo esfuerzo mi bicicleta en brazos los cuatro pisos (el edificio es de los antiguos así que no tiene ascensor... aunque eso nunca me hace problema, sirve para cultivar unas piernas esbeltas... juajua) pero igual, a pesar de que soy chica tengo fuerza, no soy de las típicas mujeres escuinclosas... aunque sí enclenque a veces, como dice mi madre.
Ya!
Bajé la bicicleta, me monto en ella y me dispuse a cletear rumbo al Andalué pensando en qué miércale de cambio debería subir. Pedaleé y pedaleé, hasta que llegué a las faldas del superhiperreciénpoblado cerro, miré en un segundo y casi sin pensar puse el cambio más liviano que tiene la bicicleta y pedaleé y pedaleé. Y pedaleé y pedaleé... y pedaleé... y pedaleé, porque ¿han cachado que con los cambios livianos de la bicicleta como que uno pega mil pedaleos por segundo y avanza 10 cm? En ese preciso instante recordaba que hace unas 3 semanas que no voy a entrenar y mi estado físico, a pesar de ser flaca, no es de lo mejor que digamos. Así que pedaleé y pedaleé, pero puf... no avancé casi nada cerro arriba y si seguía intentando lo único que lograría era llegar a la entrevista de trabajo como Heidy de colorada por el esfuerzo de la cicletada cerro arriba.
Frené poquito a poquito, ya pensando en la idea que no asistiría a la entrevista y me dí media vuelta disponiéndome a bajar el cerro. Yo feliz, porque de bajada no hay ni que pedalear... sólo conducir el manubrio con las manos cerquita de los frenos para apretarlos suevemente si es que uno agarra mucho vuelo, porque ya ni me acuerdo de lo que es sacarse la mugre en bicicleta... y no quiero acordarme tampoco... porque cuando era niña bien que sabía lo que era eso, jeje.
Al fin y al cabo, terminé de bajar lo poco y nada de cerro que había subido, le puse el cambio más duro para avanzar por camino parejo, miré para todos lados y me fui por el camino que lleva a la laguna, aprovechando que andaba en bicicleta pensé en dar un paseo. Y lo dí. Llegando a la laguna agarré camino por la ciclovía, pasé a saludar al Baltazar (mi arbolito... es un eucaliptus gigante), aproveché de parar donde está el sauce porque siempre están ahí los señores cisnes, a los que también saludé y admiré un ratito. En eso, una ventolera me despeinó un poco. Y ahora pienso que fue para que despavilara, porque estaba tan cerca de la casa del Mauricio (mejor amigo, con el cual estaba peleada... ya ni me acuerdo porqué). Así que el viento y la despeinada sirvió. Despavilé y empecé a cletear sin pensar dos segundos más rumbo a la casa del Mauro mientras pensaba en lo del orgullo que escribí al comienzo de este post. Llegué a la casa del Mauro, toqué el timbre escandaloso y casi sin escrúpulos que tiene su casa y mientras contestaban yo carcajeaba al ritmo de "La cucaracha" (musiquita del timbre de la casa del Mauro, incluso en ese momento recordé que hay algunos taxistas que tienen una bocina con ese mismo ritmo turururúuuru, turururúuuru, turu, turu, turutú). Para de sonar el timbre, que extrañamente suena hacia la calle (quién sabe qué música tiene hacia el interior, nunca me lo había preguntado). Bueno, pero paró de sonar el timbre, y abre la puerta el Mauro. Lo miré y sonreí, con esa sonrisa de niña luego de hacer alguna travesura, que suelo poner a veces como método de auto defenza, al igual que los chanchitos de tierra cuando se vuelven una bolita para que los niños no sigan molestándolos.
El Mauro me miró con cara de sorpresa, porque realmente debe haberse extrañado de verme, sobretodo con esa sonrisita. Se acercó sin decir nada, abrió la reja y me abrazó. Y así, sin más ni más. Todo orgullo y rencorcillo de quién sabe qué (ahhhhhh me acabo de acordar porqué estaba enojada), se fue por la cañería del water. Me echaba de menos parece, jejeje, yo igual.
viernes, agosto 15, 2008
Amigos?
Publicadas por Carla a la/s 1:22 a. m.
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2 comentarios:
Buchiaaaaa
nunca sale la hora original a la que fue publicado
jum!
bucha, lo veo y no lo creo
primera vez que sale la hora correcta, será coincidencia?
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