miércoles, abril 02, 2008

Regreso II

Mucho frío y yo desabrigada otra vez... nunca le apunto al clima. Pero por fin pasa el San Remo. Subo, pago y me aplico a cerrar toda ventana que estuviese abierta cercana a mi asiento.
Como no acostumbro a hacerle caso a Don Graf, me senté en la última corrida de asientos porque desde ahí hay una vista panorámica para ir mirando y escribiendo. Cerca de mi asiento iba sentado un pololo tomándole fotos a su polola, la cual al parecer no quiere ser fotografiada.

En eso!.... -Helado, heladito, helado!! Helado, heladito, helado!!
Con el frío que hace debiéran vender algo calórico... o café. Pensé.
Además estos vendedores de micro si que son aguja. No paran de gritar lo que están vendiendo hasta que le compre alguien. Esa es una de las cosas que más comparé cuando fui a Saturno. Los vendedores de allá como que no están ni ahí si les compran o no.
Detrás del vendedor se sube un joven de pelo liso y largo, pero sin gracia alguna. Definitivamente el pelo largo no se le vé bien. Como que tiene cero sentido del look, porque la camisa abierta que trae sobre una polera en colores que no combinan, tampoco fue una buena opción para que se vistiera hoy.

Justo al lado mío se sienta un joven, si digo que venía hediondo sería poco. Va absolutamente fétido, es como un aroma a ácido. Como si no se hubiese lavado ni la cara en la mañana o simplemente almorzó alguna chatarra que le hace venir con ese hedor de quesillo descompuesto.

Dos señoras intentan subir un coche, pero la micro vienen llena y el coche no cabe, así que las dos señoras desistieron de la idea. Mientras tanto yo, apernada en el último asiento al lado de la ventana, diagonal a la puerta trasera de una pequeña micro de Concepción, con toda la panorámica para observar a la gente que comparte la misma micro que yo (y a la que va afuera también)

Tengo hambre, pero no he tenido tiempo para comer, y ya son como las 5 de la tarde. Lo único que quiero es llegar a mi casa para hincar el diente a ese salmón que está en el refri.
Pasamos por la esquina en la que una vez estuve con Janito esperando su hora del dentista. Es difícil expresar lo que siento, porque me dan ganas de llorar o más bien ganas de que me atropelle la misma micro en la que voy. me parece imposible que ya no esté viviendo. Sé que es un sentimiento suicida a cagar, pero es esa la sensación que me da cuando me acierdo de Janito. Y pienso en tantas cosas... que el resto debe pensar que son webadas, pero yo nó. No sé. El tema me confunde.
Aun tengo hambre.

El chico del hedor que va a mi lado, todavía no se baja... ha de ser por eso mi laguna mental anterior. Mientras el chico busca y busca, me mira pa cachar qué mierda estoy escribiendo... seguro que debe estar más metido que colaless. Debe pensar que estoy rallada por ir escribiendo arriba de una micro, y más encima en el último asiento. De hecho tal vez si estoy rallada, pero no me interesa. Todavía tengo hambre y sólo pienso en el salmón.







Esto fue el lunes al rededor de las 17 hrs

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